jueves, 9 de octubre de 2008

Hágase la luz, y la luz se hizo

¿Qué harían los niños de hoy si no hubiera televisión, consolas, teléfonos móviles y tantas cosas que para ellos, hoy son imprescindibles?
Pues nosotros vivimos sin casi nada toda nuestra infancia y parte de la adolescencia. En mi pueblo por no haber, no hubo ni aparatos de radio en las casas hasta el año 48. Bueno, la verdad es que el aparato estaba, lo que no había era electricidad para poder enchufarla y sin ella no funcionaba. Creo que fue en 1948 cuando se cambió de compañía eléctrica y en vez de tener la Hidroeléctrica del Mesa se hizo la acometida a la de Saltos unidos del Jalón. Con ella se acabaron las restricciones y la oscuridad. ¡Qué gozada poder tener bombillas de 100 W y poder enchufar aquel trasto que solo había sido un artilugio más para limpiarle el polvo cada día!

En mi casa la radio produjo un cambio en las costumbres. A las 2 daban “el parte” y era obligatorio escucharlo. Todas las emisoras de radio conectaban a esa hora con Radio Nacional de España, que era la que tenía el privilegio en exclusiva para decir a los españoles todo lo que pasaba, o todo lo que querían que supiéramos. En nuestra casa poníamos siempre Radio Zaragoza, emisora EAJ101. Recuerdo hasta la voz de la locutora diciendo:

─Aquí radio Zaragoza, emisora EAJ101 conectando con Radio Nacional de España para la edición de noticias de las 2.

Yo no entendía por qué había que escuchar aquellas tonterías, pero como estábamos comiendo, daba lo mismo. Lo malo era por las noches. A nosotros nos encantaba escuchar Radio Andorra con sus discos dedicados que nos traía canciones modernas que nunca antes habíamos escuchado como: la casita de papel, la vaca lechera, la ovejita lucera y un montón más, pero casi a la misma hora, algunos días a mi padre le apetecía escuchar “Radio España Independiente emitiendo desde los Pirineos”, y aquello eran más noticias, unas noticias que no sabía por qué las escuchaba poniendo el volumen tan bajo que tenía que poner la oreja pegada al altavoz de la radio. ¿Para qué tenía que poner más noticias? Pues para fastidiar, y además no debía ser bueno el escucharlas porque, precisamente a mí, cada noche me repetía la misma cantinela: «Ojo con decir que en casa se escucha esta emisora, que tú te lo aprendes todo y eres muy capaz de meter la pata, y si alguna vez lo haces se te acaba radio Andorra para siempre.

La luz y la radio hicieron que las veladas fuesen más largas. A media tarde se encendía un brasero que se ponía en la mesa camilla y duraba hasta las 11 y media, y en ese tiempo ganado al aburrimiento me hacía mis 8 dedos de las espaldas de los jerseys de todos, sin rechistar y sin protestar, porque con esa escusa no me mandaban a la cama como a mi hermano.

Pero la luz nos trajo más cosas. En el teatro del casino pusieron un telón blanco y los domingos de invierno ponían una película y su correspondiente NODO. La primera peli que vimos mi hermano y yo fue Blanca Nieves y los siete enanitos. Fue la única vez que hubo dos sesiones, a las 5 de la tarde y a las 7. Fuimos a la de las 5; como a las 7 era de noche vino a buscarnos mi abuelo Alfredo y le pedimos que nos dejara verla otra vez. Sacó entradas para los tres para ver que era aquello que nos había emocionado tanto. Creo que casi todos los críos hicimos lo mismo. Al que no lo entraron sus abuelos lo hicieron los padres. Fue todo un éxito a pesar de que en el cine hacía un frío que pelaba y teníamos que estar con el abrigo puesto.

Creo que a partir de ese día el señor del cine ya no trajo tantas películas que no pudiéramos ver nosotros porque si lo hacía tenía menos parroquianos, y también en Aragón “la pela es la pela”. Aunque eso les de risa a los niños de ahora, nosotros solo podíamos ir al cine dependiendo de la correspondiente calificación de la censura. Había películas que las podían ver todos, eran las APTAS, otras que eran para mayores de 14 años hasta 18, estaban las de mayores, las de mayores con "reparos", y las ALTAMENTE PELIGROSAS. La entrada de los pequeños se cumplía rigurosamente. Había vigilancia para que no entráramos los niños porque el empresario se la jugaba.

Ni que decir tiene que las que podíamos ver eran las de Tarzán, las de vaqueros, Mujercitas, las del Gordo y el Flaco y las de Cantinflas, pero aún con todo eso, en la cabina desde donde se proyectaba estaba el enviado del cura que vigilaba si en las escenas de besos, el que la proyectaba ponía un cartón delante y cuando eso sucedía se armaba un pataleo de narices y silbaban como locos los más mayores.

Ya veis, hemos pasado de la nada al todo. Creo que ni era bueno lo que pasaba entonces, ni tampoco es bueno lo que sucede ahora que todo está permitido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Josefa, soy profesor de una escuela de adultos en la que trabajo con los estudiantes para que escriban relatos autobiográficos parecidos a los tuyos.
Te dejo algunos enlaces para que veas lo que hacemos
http://lamolinada3.blog.com
http://lamolinada2.blog.com
http://lamolinada.blog.com
http://www.palleja.cat/html/cat/pdf/quadernsmolinada1.pdf
http://www.palleja.cat/html/cat/pdf/quadernsmolinada2.pdf

También he hecho un enlace a tu blog desde el mío que pudes ver en http://blogs.uab.com/memoria

Enhorabuena por tu trabajo y muchas gracias por compartir tus experiencias con nosotros. Te iré visitando. Hasta pronto
Pedro Molina Rodríguez-Navas

Mª Josefa Blanco Lafuente dijo...

Gracias por tu comentario. Me he mirado algunos de los blogs y esta noche me leeré el tuyo.

María José