jueves, 7 de agosto de 2008

Nuestros maravillosos inviernos

Si algo era malo de aquellos tiempos eran los inviernos. A partir de diciembre podía nevar cualquier día, nevadas que se helaban y se mantenían varios días, a veces empalmando con una nueva. Hasta para eso tuvimos mala suerte porque ahora apenas nieva, y si lo hace, la nieve desaparece en horas.

El carbón de hulla brillaba por su ausencia. Se guisaba en unos hornillos con carbón vegetal, en los que para encenderlos tenías que estar soplando con un soplillo redondo hecho de hojas de palma, más de media hora, tarea que a mi me tocaba más veces de las que hubiera querido y que me restaba tiempo para jugar. Y si no había carbón para guisar, menos lo habría para encender la estufa que habían tenido siempre. Como las necesidades aguzan el ingenio, alguien invento una nueva estufa que tenía forma cilíndrica, con una abertura en la parte de abajo que tenía un especie puertecilla para regular el tiro; la parte superior tenía una superficie plana de latón con un agujero central que se tapaba con una arandela grande. Funcionaban con serrín, si se puede decir que aquello era funcionar. Se ponía por la abertura de abajo un taco de madera cilíndrica hasta la mitad y por la parte superior se ponía otro que coincidiera con el primero. Se sujetaba con una mano y con la otra se iba echando el serrín y se golpeaba con una maza para que quedase apretado. Cuando tenía suficiente altura y parecía compacto, se sacaban los palos y por el orificio inferior se metía una astilla encendida que tuviese resina y la estufa comenzaba a funcionar enseguida. Lo malo era cuando no había astillas y se tenía que encender con papeles. Entonces la labor de encendido solía tardar bastantes minutos.

Durante la combustión apenas daban calor, lo bueno llegaba cuando se caían las paredes porque el orificio central era ya demasiado grande y entonces si calentaba, pero ya se estaba terminando. Solamente en días especiales como los de Navidad y algún sábado, cuando se estaba acabando se añadían unos troncos de pino para alargar la velada. Los días normales no porque la leña la traían de Soria y era cara.

Se solía encender cuando los niños salíamos de la escuela para que no hiciese tanto frío a la hora del baño, baño que consistía en un lavado de pies a cabeza en un valde grande con agua caliente porque en mi pueblo el agua corriente llegó muchísimos años después, concretamente en 1972. Por las tardes había un brasero en la mesa camilla que te quemaba en las piernas y por detrás estabas helado. Yo solamente me sentaba allí a las huras de las comidas y cuando nevaba porque, como cerraban la escuela y tampoco podíamos salir a la calle, jugábamos al parchís o con la baraja.

Ni que decir tiene que el serrín y el cisco eran artículos de primera necesidad y había que comprarlos a lo largo de todo el año. Se hacía a lo largo del año porque el serrín lo vendían bastante mojado y así pesaba algunos kilillos de más, y a 25 céntimos el kilo... Nosotros lo guardábamos en el cuarto oscuro y de vez en cuando mi padre lo removía para que durante el verano se secara. Si alguna vez se acabó antes de tiempo, el encender la estufa era labor de chinos porque el serrín, recién comprado y tan húmedo ardía mal.
A todo eso hay que añadir la oscuridad. Había luz eléctrica por las noches, de día había restricción y no la daban, pero con la potencia que tenía solamente se usaban lámparas de 10 vatios, con eso está dicho todo, y si se encendía más de una bombilla se fundían los plomos, así que en la cocina siempre había una extraña lámpara de carburo que producía un olor raro. Con todo eso no es de extrañar que a las nueve y media ó 10 estuviéramos ya acostados grandes y pequeños, porque era la forma de no pasar tanto frío. Por las mañanas al levantarnos los cristales de los dormitorios estaban preciosos con unos dibujos brillantes formados por haces que se entrecruzaban porque el vaho de las respiraciones se había helado.

¿A que era más divertido que ahora, que se enciende la calefacción y hay una lámpara en cada rincón de la casa?

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